viernes, 27 de febrero de 2015

TEMA 5.3: Sintaxis de la oración simple




La oración es la unidad menor de significación que tiene un sentido completo. El elemento principal de la oración es el verbo. Sin el verbo, no puede haber oración y puede haber oración con solo enunciar un verbo. La oración acaba en pausa o en punto, es decir, tiene una entonación cerrada.

La oración se compone de un sujeto y un predicado. El elemento principal del sujeto es el nombre y el elemento principal del predicado es el verbo.

El sujeto

El sujeto de una oración corresponde a la persona animal o cosa que realiza la acción del verbo. Para identificar el sujeto de una oración preguntaremos ¿quién? O ¿quiénes? al verbo de la oración. La respuesta que obtengamos será el sujeto.
El sujeto de una oración simple es siempre un sintagma nominal, o un pronombre tónico (personal, demostrativo, indefinido, posesivo, numeral etc.).
Muchas veces al emitir un enunciado no expresamos el sujeto, bien porque lo sobreentendemos, o bien porque se trata de una oración con verbo impersonal y por lo tanto no tiene sujeto. Cuando esto ocurre, decimos que hay un sujeto omitido. Así pues, el sujeto omitido es aquel que no aparece explícito o expreso en la oración. 
Hemos dicho que el sujeto es siempre un SN y por lo tanto su núcleo será siempre un nombre. Como sabemos, el nombre puede tener un complemento, que es el CN. El CN puede aparecer en el sujeto de dos formas: como adjetivo o como sintagma preposicional.

El predicado de una oración

El predicado de una oración es todo lo que se dice del sujeto. Podríamos decir que todo lo que no es sujeto es el predicado. El verbo es el elemento principal del predicado y según la naturaleza del verbo, tendremos la clase de predicado.

Predicado nominal

Si el verbo del predicado es un verbo copulativo, entonces el predicado será nominal, y su núcleo será el atributo. Se le llama predicado nominal porque en dicho predicado aparece un atributo o característica del sujeto. Aquí el verbo sirve únicamente como elemento de enlace entre el sujeto y el atributo. El atributo dentro del predicado nominal puede aparecer de las siguientes formas: como SN, SP, como adjetivo o sintagma adjetival o como pronombre.

Predicado verbal

El verbo del predicado es un verbo predicativo. Podemos decir que un verbo predicativo es todo aquel que no es copulativo (ser, estar o parecer). El núcleo del predicado verbal es siempre el verbo.

Complementos del predicado verbal

El predicado se compone del verbo más los complementos de éste que completan la información de la oración. Vamos a estudiar los complementos que pueden aparecer en un predicado según la naturaleza del verbo.

El complemento directo

Complementa la significación de un verbo transitivo. El CD es la persona, animal u objeto sobre quien recae la acción del verbo.
Para identificarlo en la oración, podemos aplicar estos recursos:
  • Se puede sustituir por los pronombres átonos LO, LA, LOS, LAS.
  • Se pregunta al verbo ¿qué? O ¿qué cosa? Es el objeto de la oración.
  • Se transforma la oración a voz pasiva. El sujeto de la oración pasiva es el CD de la oración activa.


Formas del CD

  1. Como SN
  2. Como SP
  3. Como un pronombre reflexivo o recíproco (me, te, se, nos, os, se) siempre que no aparezca otro CD
  4. Como pronombre personal átono (lo, la, los, las)


El complemento indirecto

El CI es la persona, animal u objeto que recibe el daño o beneficio de la acción verbal. Normalmente se sitúa detrás del CD.
El CI puede sustituirse por los pronombres le, les, me, te, se, nos, os (cuando el CD también aparezca pronominalizado).
Detrás del predicado verbal, el CI puede aparecer como:
  1. SP
  2. Pronombre (le, les, me, te, se, nos, os)


El complemento circunstancial

El complemento circunstancial (CC) expresa las diferentes circunstancias en que se realiza la acción del verbo. Estas circunstancias pueden ser de tiempo, modo, lugar, cantidad, finalidad, compañía e instrumento, entre las más usuales.
El CC puede aparecer dentro de un predicado nominal como de un predicado verbal.

El CCT

Expresa el tiempo. Como SN, SP o adverbio de tiempo.

CCL

Expresa el lugar donde se realiza la acción. SP o adverbio de lugar.

CCM

Expresa un modo o manera. SP o adverbio de modo.

CCC

Expresa cantidad. SN o adverbio de cantidad.

CC.COMPAÑÍA

Expresa que la acción se realiza en compañía de alguien. SP

CC.INSTRUMENTO

Expresa el instrumento con que se realiza la acción. SP


Complemento preposicional o de régimen verbal

Algunos verbos para especificar o concretar su significado, necesitan un complemento introducido por las preposiciones DE, A o EN. Será siempre un SP. Algunos de esos verbos son: olvidarse de, ocuparse de, quejarse de, hablar de, acostumbrarse a, contribuir a, dedicarse a, jugar a, renunciar a, insistir en, pensar en, tardar en, ejercitarse en.

El complemento predicativo

El C.PRED o PVO es un complemento del predicado verbal que tiene como núcleo un adjetivo que concuerda con el sujeto. Es igual como el atributo de las oraciones copulativas, con la diferencia de que en este caso el verbo es predicativo. La forma del PVO será siempre un S.Adj.

domingo, 22 de febrero de 2015

TEMA 5.2. EL BARROCO


Contexto histórico

A finales del siglo XVI ya se observaban en el imperio español síntomas de una crisis que se consumó durante el siglo XVII. Esta es una época de crisis en Europa debida a los cambios políticos, la recesión de la economía y las tensiones sociales. A la crisis política hay que sumar también las pérdidas militares de la guerra de los 30 años y las sublevaciones en Cataluña y Portugal. Todo ello, unido a la decadencia social y económica del imperio, explica los rasgos la cultura barroca. El empeoramiento de la economía creó grandes desigualdades sociales y originó un profundo malestar que trajo aparejada una visión pesimista de la vida. La sociedad barroca se debatía entre dos extremos: por un lado el lujo y los sueños de grandeza; por otro lado, la pobreza, las derrotas militares y la corrupción política. Este contraste entre lo que se desea ser y lo que se es, que constituye uno de los rasgos más característicos de la época, se resume en un obsesivo afán por aparentar, en el gusto por el espectáculo y en una actitud de desengaño ante la vida y el mundo.

La literatura barroca

En el terreno cultural y artístico, en el siglo XVII se desarrolla un movimiento llamado Barroco, caracterizado por la ruptura del ideal clásico de equilibrio y armonía, y la creación de un estilo  complejo, en el que los contrastes adquieren gran importancia.

Culteranismo VS Conceptismo

Culteranismo


El culteranismo, un término que se acuñó a principios del siglo XVII, define un estilo de extrema artificiosidad que, en la práctica, equivale a:

  • Prevalencia de la forma sobre el contenido; lo importante no está en lo que se dice, sino en cómo se expresa; el tema es mínimo, lo que cuenta es la belleza formal.
  • Latinización de la sintaxis y del vocabulario. 
  • Los autores se dirigen a los sentidos, se presta especial atención al color, a la luz, al sonido, al tacto…
  • Los recursos expresivos más habituales son: cultismos, hipérboles, hipérbatos, metáforas, perífrasis y encabalgamientos abruptos.
  • Alusiones clásicas y mitológicas.
  • Una dicción poética lo más alejada posible del lenguaje diario.
  • Su principal representante es Góngora.
  • Los poetas cultos o culteranos del siglo XVII escribieron en un estilo de dificultad deliberada con el fin de excluir a la generalidad de los lectores. Góngora se enorgullecía de resultar oscuro a los no iniciados, tal como escribía en una carta a un corresponsal desconocido, en respuesta a un ataque a sus Soledades:
  • “Demás que honra me ha causado hacerme escuro (*oscuro) a los ignorantes, que esa es la distinción de los hombres doctos (*cultos), hablar de manera que a ellos les parezca griego…”.
  • El estilo culterano desarrollado por Góngora llegó a ser una fuerza dominante en la poesía del período, y Góngora mismo se convirtió en objetivo principal de sus detractores. Lope de Vega atacó a Góngora y a sus imitadores (y Góngora, a su vez, critica mordazmente su llaneza), pero, como otros, Lope sucumbió también a la irresistible moda culterana. Incluso Quevedo, el más ofensivo acusador de Góngora, no pudo evitar la contaminación del estilo de su enemigo.


Conceptismo

La agudeza -el uso de los conceptos- fue conscientemente cultivada por la mayoría de los escritores del siglo XVI y XVII tanto en prosa como en verso.
Detrás de la agudeza había una cosmovisión según la cual, en la Europa medieval y del Renacimiento, el universo era un “sistema de signos”, una especie de libro en el que podía leerse la grandeza de Dios. 
Para aquellos que pensaban de este modo, un concepto podía dar expresión a través de sus analogías a las ocultas afinidades que se extienden por el universo.

En la práctica, equivale a:

  • Prevalecería el contenido sobre la forma; lo importante está en lo que se dice y en poder expresar muchas ideas con pocas palabras, asociando con ingenio distintos conceptos.
  • Utiliza las palabras justas y con sumo rigor, se preocupa por encontrar el término exacto y cargarlo de intención.
  • Los autores se dirigen a la inteligencia, se presta especial atención al sentido de los términos y a la combinación de sus significados.
  • Sus principales representantes son Quevedo y Gracián.


Luis de Góngora






Nació el 11 de julio de 1561 en Córdoba


Hijo de Francisco de Argote, licenciado en Salamanca, bibliófilo y humanista que cuidó de su preparación. Poseía una copiosa biblioteca calificada por el erudito Díaz de Ribas como la «gran librería», y de Leonor de Góngora, de noble familia. Influyó en su educación también su tío materno, Francisco de Góngora, racionero de la catedral de Córdoba, el cual cedió a su sobrino los beneficios eclesiásticos que tenía en diversas localidades, asegurándole así un modesto bienestar económico, y poder estudiar en la Universidad de Salamanca, donde se matriculó de Cánones desde el año 1576 hasta el curso 79-80.  Fue racionero de la Catedral de Córdoba en 1585. Parece ser que en su juventud conoció aventuras amorosas y aficiones como el juego, según por la amonestación que en 1588 recibe del Obispo. Le gustaban además a las corridas de toros (prohibidas a los clérigos). Regresó a Córdoba entre 1612 y 1614, escribe el Polifemo y las Soledades, sus obras más conocidas. A través del duque de Lerma, por entonces ministro del Rey, en 1617, se le designa capellán real de Felipe III, para lo cual tuvo que ordenarse sacerdote a la edad de cincuenta y cinco años.  La muerte de su protector y amigo, el duque de Lerma, al cual le dedica su Panegírico, y su conocida afición al juego llevaron a Góngora a una grave situación económica, por lo que tuvo que ganarse el favor del siempre omnipotente conde-duque de Olivares, ministro del Rey. Dos de sus grandes enemigos fueron Quevedo y Lope de Vega, aunque también tuvo grandes admiradores como el conde de Villamediana o los humanistas Pedro de Valencia y fray Hortensio de Paravicino. El motivo de la enemistad se radica en el carácter innovador de su poesía, cabeza del estilo literario conocido por culteranismo, busca la oscuridad a través de la acumulación de referencias mitológicas, metáforas, hipérboles, juegos de palabras, cultismos y todo tipo de recursos literarios en una lengua de sintaxis complicada, llena de hipérbatos y largas perífrasis.  Su obra cultista se inicia en 1610 con la Oda a la toma de Larache y continúa con la fábula de Polifemo y Galatea (1613), las Soledades (1613) y el Panegírico al duque de Lerma (1617). Su poesía fue revalorizada por la generación poética de 1927.  En 1627 volvió a Córdoba, aquejado de «arterioesclerosis prematura», enfermedad que llevaba padeciendo largo tiempo. Luis de Góngora murió el 23 de mayo de ese mismo año en su ciudad natal. No llegó a ver impresas más que algunas poesías menores en cancioneros.


Francisco de Quevedo





Nació Quevedo en Madrid el 14 de septiembre de 1580, hijo del secretario particular de la princesa María y más tarde secretario de la reina doña Ana, don Pedro Gómez de Quevedo. Se formó en el Colegio Imperial de los jesuitas y en la Universidad de Alcalá. Una estancia en Valladolid, mientras esta ciudad es sede de la corte, parece iniciar la interminable enemistad con Góngora, probablemente atizada por celos profesionales entre dos de las mentes más agudas de la época. En sus años de estudios mantiene correspondencia con el famoso humanista belga Justo Lipsio, y desarrolla su interés por las cuestiones filológicas y filosóficas, y su afición a Séneca y los estoicos. En diversos testimonios del tiempo se hallan referencias a su ingenio, a su defecto visual y a su cojera. Poco hay, en cambio, sobre su vida amorosa y más detalles de sus actividades al servicio del Duque de Osuna, que empiezan en 1613, y que le llevarán a desempeñar delicadas misiones diplomáticas, a menudo en la Corte española.
Estas actividades numerosas y agitadas terminan bruscamente con la caída de Osuna, conseguida por sus enemigos de la Corte: Quevedo fue desterrado a la Torre de Juan Abad, y luego encarcelado en Uclés, para ser reintegrado a la Torre, en donde hacía tiempo que mantenía un pleito por sus derechos de señorío sobre la misma. Regresa después a la Corte y se relaciona con los nuevos favoritos, especialmente con Olivares, con quien establece complejas ligaduras. Durante todos estos movimientos nunca deja de amistarse o reñir con variados personajes del momento: amistades con Carrillo y Sotomayor y Lope, enemistades con Góngora, Pacheco de Narváez, Morovelli de la Puebla...; ni de escribir asiduamente en los múltiples territorios literarios en que se mueve: festivos, morales, políticos. Un matrimonio poco exitoso en 1634, probablemente debido a la presión de la Duquesa de Medinaceli, nuevos pleitos, nuevos escritos... Y la prisión en 1639, por razones todavía no aclaradas del todo, que le mantendrá en San Marcos de León hasta poco antes de su muerte. Puesto en libertad en 1643 muere el 8 de septiembre de 1645 en Villanueva de los Infantes.


lunes, 16 de febrero de 2015

TEMA 5.1: LOS TEXTOS PERSUASIVOS


Los textos persuasivos son aquellos actos comunicativos en los que un emisor busca convencer al receptor para que este lleve a cabo una acción determinada. Estos textos incluyen un discurso argumentativo que contribuye a lograr la finalidad del texto.
Esta finalidad persuasiva lleva a los emisores a usar estrategias lingüísticas que les permiten dirigirse de forma directa e indirecta al receptor. En la mayoría de los casos, el emisor piensa en un receptor claramente identificado por rasgos de edad, sexo, formación, etc., correspondiendo a un grupo social que potencialmente es más cercano a la propuesta del emisor. No obstante, en otras ocasiones y según el alcance del mensaje, este receptor es mucho más amplio de lo que el emisor espera.
Los textos persuasivos se integran, por lo general, en los medios de comunicación audiovisuales, orales y escritos. Todos ellos deben presentar una composición sencilla que despierte la atención del receptor y cuyo principal objetivo sea convencerlo.

Características generales

El lenguaje empleado en los textos persuasivos se caracteriza principalmente por la apelación al receptor, por lo que el modo imperativo suele ser muy usual, así como otras estructuras sintácticas que logran el mismo fin (uso del condicional y el futuro, por ejemplo). También recurre al uso de vocativos y expresiones que despiertan el interés del receptor.
Junto a estos elementos lingüísticos es fundamental tener en cuenta la importancia de los elementos extralingüísticos que varían en función del canal por el que se transmite el mensaje y que se relaciona con las imágenes, los colores, los enfoques, la tipografía, los efectos sonoros etc.
La estructura de estos textos cambia según los rasgos particulares de cada uno de ellos, pero, en general, en todos aparece una propuesta que colabora en alcanzar el objetivo final del acto comunicativo: inducir, convencer, persuadir etc. Esta argumentación suele relacionarse con la mención de datos, beneficios, ejemplos, fechas y testimonios que sirven para dar solidez y credibilidad al discurso.

Los géneros persuasivos

Se distinguen dos grandes tipos de textos persuasivos: la propaganda y la publicidad.
La propaganda publicita mensajes ideológicos con el fin de incrementar el número de seguidores a una propuesta política, religiosa, social etc. Dicho de otro modo, lo que se “oferta” son distintas ideas o maneras de que el receptor interprete el mundo. No se busca el consumo de un producto, sino el cambio en el comportamiento del receptor. Algunos ejemplos de este tipo de texto persuasivo son la arenga, el manifiesto etc…

Los textos publicitarios

El anuncio publicitario se identifica con la composición gráfica y verbal cuyo propósito es la difusión de un producto o servicio. Los objetivos con los que un publicista, el emisor del mensaje, emite sus textos quedan recogidos bajo las siglas AIDA:
  • El texto debe captar la Atención del posible consumidor.
  • El mensaje tiene que despertar el Interés del receptor hacia el producto.
  • El interés debe convertirse en Deseo de poseer o consumir un producto.
  • El mensaje tiene que provocar la Acción de que el receptor compre el producto.


Hay distintos tipos de anuncios:

Anuncios argumentativos: ofrecen información clara sobre el producto. Su contenido lingüístico es más extenso que en otro tipo de anuncios y suelen demostrar la utilidad del producto mediante distintos argumentos.






Anuncios descriptivos: muestran simplemente el producto, o parte de él, dejando libertad al receptor para que, por sí solo, juzgue si tiene novedad o interés. Contienen textos que detallan aspectos del producto o relatan la historia de este.




Anuncios emocionales: apelan a los sentimientos y las sensaciones del receptor usando situaciones o personajes que, de forma general, despiertan alegría, tristeza, nostalgia, empatía, etc.





Anuncios proactivos: plantean al receptor algún tipo de reto interpretativo. Se trata de textos que rompen con lo esperable en una situación, donde se invierten los papeles sociales y se relacionan aspectos que, a priori, no se asociarían.





La publicidad impresa suele dividir el texto en distintas partes: el titular (texto breve que sirve para captar la atención del lector), el cuerpo (texto de extensión variable donde se recogen los datos del producto y que puede presentar diferentes enfoques y tonos dependiendo del público al que se dirija), el eslogan (texto breve, fácil de recordar y que asocia el mensaje a la marca) y la imagen fija (su función depende del tipo de anuncio, pero complementa al texto, lo contradice, establece o sugiere nuevos aspectos al producto, lo da a conocer, etc.). La tipografía y la disposición de los elementos en el texto colaboran con el objetivo del anuncio.
La publicidad radiofónica presenta distintos formatos según la duración que se le dedique. Todos ellos se estructuran en tres partes: la llamada (texto que capta la atención del oyente), la presentación (parte informativa del anuncio con la que se conoce al producto) y la implicación (apelación directa al oyente).
La publicidad televisiva permite ofrecer la imagen en movimiento y efectos sonoros que la complementan. Los anuncios emitidos por televisión llegan a un público mucho más amplio que otros tipos de publicidad y con una frecuencia de aparición mucho mayor.
El texto de estos tipos de publicidad suele ser breve, conciso, directo y preciso. Para llamar la atención, además, incluyen repeticiones, oraciones imples o simples sintagmas.
Para destacar las ventajas del producto suele ser habitual el uso de comparativos y superlativos.
También, para apelar al receptor, destaca el uso de la segunda persona del singular y del plural, así como de oraciones exclamativas, exhortativas e interrogativas.
El léxico suele apelar a distintos campos semánticos, como el de la seguridad, la emoción y la aventura, lo natural, lo tradicional, lo exclusivo, lo internacional etc. Asimismo, con frecuencia aparecen recursos retóricos que permiten exaltar y embellecer el texto.