domingo, 23 de noviembre de 2014

TEMA 3: GRAMÁTICA Y ORTOGRAFÍA


GRAMÁTICA

La formación y adquisición de palabras

Las lenguas poseen mecanismos para poder incrementar el número de palabras. Las lenguas permiten la generación de nuevos vocablos a partir de procesos de formación como la derivación o la composición. Puede también integrar palabras procedentes de otras lenguas.

La derivación

Es el proceso de formación de palabras que se basa en la creación de una nueva palabra por medio de la adición de un afijo a una raíz o lexema. La suma de este elemento aporta un nuevo significado y en muchas ocasiones implica cambios en la categoría gramatical (esto es, puede pasar de nombre a adjetivo, de adjetivo a adverbio…). Los mecanismos de formación de palabras por derivación son: la prefijación y la sufijación.

La prefijación

Es el mecanismo de formación de palabras añadiendo un prefijo a otra palabra que ya existe. Los prefijos no cambian la categoría de la palabra.

Según el significado que añaden a la palabra, los prefijos se clasifican en:

  • Cuantitativos: multi-, pluri-, poli-, bi- etc.: multinacional, plurilingüe…
  • Intensivos: super-, hiper-, sobre-, mini-, micro-…: superpotencia, supermercado, minicadena…
  • Temporales: pre-, pos(t)-, etc.: predoctoral, posmoderno
  • Espaciales: ante-, intra-, etc.: antebrazo, intravenoso…
  • Oposición o contrariedad: anti-, contra-, etc.: anticonstitucional, contrarreloj.
  • Negativos: i-, in-, des-, a- etc.: ilegal, inverosímil, desempleo…



La sufijación

Es el proceso de formación de palabras nuevas añadiendo un sufijo a una raíz o palabra ya existente. El sufijo, en muchos casos, cambia la categoría gramatical de la palabra y añade un valor semántico (de significado) distinto a esa raíz.

Existen diferentes tipos de sufijos que forman sustantivos:

  • De acción o resultado: -sión, -mento, -miento, -ción, -ura: dimisión, juramento, razonamiento, adquisición, escritura.
  • De agente, individuo que lleva a cabo una acción: -dor, -tor: animador, escritor.
  • De cualidad o estado: -dad, -ía, -ez/a, -ura, -umbre: bondad, simpatía, sensatez, agudeza, cordura, muchedumbre.
  • De lugar o establecimiento: -ería: peluquería.
  • De ocupación o profesión: -ero/a, -nte, -ista: panadero, gobernante, maquinista.
  • Otros sufijos sirven para formar adjetivos:
  • De cualidad y estado: -ado/a, -al, -az, -il, -ivo: agotado, eventual perspicaz, viril, caritativo.
  • De posibilidad o inclinación: -ble, -undo: previsible, meditabundo.
  • De estilo peculiar: -ano, -ino, -esco: kafkiano, cervantino, pintoresco.
  • De nacionalidad u origen: -aco, -ano, -ense, -es, -otra: polaco, africano, rioplatense, barcelonés, chipriota.
  • Existen además otros sufijos que no varían la categoría gramatical de los nombres y adjetivos pero le añaden matices distintos:
  • Diminutivos: -ito, -ico, -illo, -ejo: gatito, redondico, chiquitillo, animalejo.
  • Aumentativos: -azo, -ón, -ote: manaza, hombretón, grandote.
  • Despectivos y peyorativos: -aco, -astro, -uzo: pajarraco, poetastro, gentuza.
  • Superlativos: -ísimo, -érrimo: altísimo, paupérrimo.
  • También existen otros sufijos que forman adverbios, como –mente (rápidamente) y verbos, como –ecer, -ear, -izar, -ficar (amanecer, congestionar, realizar, edificar).



La composición

Es el proceso de formación de palabras que consiste en la creación de una palabra nueva a partir de la unión de lexemas ya existentes: sacacorchos, videojuego, enhorabuena…

El significado de la palabra compuesta es siempre nuevo y no tiene por qué corresponderse con la suma de las palabras simples que la integran: hierbabuena no significa que la hierba sea buena, designa una variedad de planta.

Las combinaciones de lexemas más usuales pueden formar sustantivos: telaraña, aguardiente…, adjetivos: agridulce, grecorromano…y verbos: maldecir, menospreciar…

Al formarse una palabra compuesta, los diferentes componentes pueden sufrir algún tipo de variación. Los casos en los que los lexemas varían son:

  • Si las palabras que se unen terminan con la misma vocal, A, E, O, se elimina una de ellas. En caso de que entre vocales haya una H, esa también se elimina: claroscuro, matambre.
  • Si la vocal final de la primera palabra del compuesto es átona, A, E, O, esta se sustituye por el infijo I: altibajo, rojinegro.
  • Si el compuesto termina y empieza por consonante, se añade una I para unir ambos términos: coliflor, calicanto.


Los compuestos sintagmáticos o pluriverbales son la unión de palabras que se escriben de forma separada (coche cama, arroz con leche) y mantienen su acento. En ocasiones, estos se pueden separar con un guión como en teórico-práctico, franco-español…

El plural de las palabras compuestas se forma añadiendo S o ES a la palabra resultante. Sin embargo, en el caso de los compuestos sintagmáticos, el plural puede crearse de diferentes maneras:

  • Si el compuesto contiene una preposición, el plural afecta únicamente al elemento inicial: ojo de buey>ojos de buey.
  • Si el compuesto está formado por sustantivo+adjetivo, el plural se suma al sustantivo y al adjetivo: llave inglesa>llaves inglesas.
  • Si el compuesto está formado por sustantivo+sustantivo, el plural afecta solo al primer elemento: sueldo base>sueldos base.


Los préstamos

El préstamo léxico o extranjerismo se refiere a la integración de una palabra o expresión de un idioma A en un idioma B. Los motivos para adoptar una palabra de una lengua distinta son muy variados, pero por lo general suele ser por la falta de un término equivalente en la lengua que toma el término o bien porque la lengua originaria del término tiene cierta consideración social, cultural…

Los préstamos pueden integrarse sin que se produzca alteración alguna (software, hardware, pizza) o bien adaptando el término en mayor o menor medida a la lengua receptora (fútbol <football, ratón < mouse, chalé < chalet).

El castellano ha adaptado extranjerismos de diferentes lenguas: inglés (córner, esmoquin), del francés (chef, carné), del italiano (carnaval, espagueti), del árabe (jazmín, almohada) etc. Entre los préstamos de otras lenguas, cabe destacar los cultismos: palabras de origen grecolatino que se usan principalmente en la lengua culta, literaria y científica (verbi gratia, confer…).

No todos los extranjerismos son vistos del mismo modo. Mientras en la actualidad el uso de determinados anglicismos se entiende como una voluntad del emisor del mensaje por generar una imagen moderna y actual, el uso de cultismos aporta al texto un carácter más formal.


ORTOGRAFÍA

 La puntuación, las mayúsculas y la escritura de abreviaturas y siglas

La puntuación

La puntación de los textos escritos, con la que se pretende reproducir la entonación de la lengua oral, se encarga de organizar el discurso y sus diferentes elementos. Los signos de puntuación más usuales son: la coma (,), el punto (.) y los dos puntos (:).

La coma indica una pausa breve que se produce dentro del enunciado. Se utiliza en los siguientes casos:

  • Para separar los miembros de una enumeración, salvo los que vengan precedidos por alguna conjunción (y/e, u/o): Es una película trepidante, rápida e interesante.
  • Para aislar el vocativo del resto de la oración: Hola María, ¿qué tal estás?
  • Para incluir incisos que interrumpen una oración, ya sea para aclarar o ampliar lo dicho: Entonces Pedro, el marido de Pili, dijo que él llevaría a los niños al partido.
  • Para invertir el orden regular de las partes de un enunciado, anteponiendo elementos que suelen ir pospuestos: A la fiesta, no vendrán ni Juan ni María.
  • Para unir proposiciones encabezadas por conjunciones coordinadas adversativos y conjunciones consecutivas y causales: Puedes llevar el coche, pero tráelo sano y salvo.
  • Después de algunos conectores y marcadores discursivos: Por consiguiente, no iremos a la quiebra.
  • Para omitir un verbo que se ha mencionado con anterioridad o porque se sobreentiende: Los niños, por aquella puerta.
  • En las cabeceras de las cartas, se escribe entre el lugar y la fecha: Barcelona, 25 de marzo de 1985.
  • Para separar los términos invertidos del nombre completo de una persona o de un sintagma que integra una lista: Chomsky, Noam: Estructuras gramaticales.
  • La coma NO se puede usar para separar sujetos y predicados.


El punto señala la pausa que se efectúa al final de un enunciado. Hay tres tipos de punto:

  • El punto y seguido: separa enunciados que integran un párrafo. Después de usarlo se continúa escribiendo en la misma línea. Si coincide con el final del renglón, se sigue en la línea siguiente sin dejar espacio o margen: Pedro vendrá mañana. Habrá que comprar leche sin lactosa, ya sabes que es alérgico.
  • El punto y aparte: separa dos párrafos distintos que suelen desarrollar, dentro de la unidad del texto, contenidos diferentes. Después de usarlo se escribe en una línea distinta. La primera línea del nuevo párrafo debe tener un margen mayor que el resto de las líneas o bien dejar un interlineado mayor con respecto a la última línea del párrafo precedente. Pedro vendrá mañana. Habrá que comprar leche sin lactosa, ya sabes que es alérgico.

            María no llegará el próximo martes. Quería comprar los billetes con más antelación, pero al final no     pudo ser.
  • Punto y final: cierra cualquier texto.
  • El punto NO se puede usar en los títulos y subtítulos de libros, artículos, capítulos, obras de arte etc…


Los dos puntos detienen el discurso para llamar la atención sobre lo que sigue. Se utilizan en los siguientes casos:

  • Después de anunciar una enumeración: Vendrán tres niños: Juan, Pedro y Luis.
  • Antes de citar textualmente las palabras de alguien: Pedro me dijo: “Mañana se decide todo”.
  • Tras las fórmulas de saludo en las cartas y documentos. Es uno de los pocos casos en que después de poner los dos puntos sigue una mayúscula: A quien corresponda:
  • Para conectar oraciones o proposiciones relacionadas entre sí sin necesidad de utilizar otro nexo: Y llegué a una conclusión: mi vida la dirijo yo.
  • Para separar una ejemplificación: Hay animales muy peculiares: el ornitorrinco, sin ir más lejos.
  • En textos jurídicos administrativos se colocan dos puntos después del verbo que presenta el objetivo del documento: Certifico: Que D. Juan…


Las mayúsculas

Se escribe con mayúscula inicial:

  • La primera palabra de un escrito y la que va después de punto: Buenos días, amigo.
  • La palabra que sigue a los puntos suspensivos: Llegó tarde…Parecía otra persona.
  • La palabra que va después de los dos puntos (:) en el encabezamiento de una carta o documento, o reproduzca palabras textuales de alguien: Querido amigo: Espero estés bien…
  • Nombres propios y apellidos (Juan Pérez), geográficos (Andalucía), de constelaciones, estrellas, planetas y astros (Júpiter, Marte), signos del zodiaco (Aries), puntos cardinales (Norte), de festividades religiosas o civiles (Navidad), de marcas comerciales (Seat).
  • Sustantivos o adjetivos que componen el nombre de instituciones, entidades, organismos, partidos políticos etc.: Biblioteca Nacional, Tribunal Supremo…
  • La primera palabra del título de cualquier obra: La Regenta, Mujeres al borde de un ataque de nervios…
  • Las épocas, acontecimientos históricos, movimientos religiosos, políticos o culturales: Comunismo, Guerra Mundial…


La escritura de abreviaturas y siglas

La necesidad de escribir con más rapidez hace que en ocasiones acortemos ciertas palabras, representándolas con solo una o algunas de sus letras, a partir de las que se puede deducir la palabra completa.

Consideraciones generales de la escritura de abreviaturas y siglas:

  • La abreviatura se escribe con mayúscula o minúscula inicial, según la escritura de la palabra completa: a. de C. (antes de Cristo).
  • Se escribe punto detrás de las abreviaturas: apdo. (apartado).
  • La abreviatura lleva tilde si la palabra completa también lo lleva: pág. (página).
  • El femenino de una abreviatura se forma añadiendo una A: Dra. o Drª
  • El plural de una abreviatura que contiene solo una letra se forma duplicando esa misma letra: ss. (siguientes)
  • Las letras que forman siglas se escriben con mayúsculas y sin puntos, sobre todo si forman acrónimos, es decir, se pueden pronunciar como una palabra: OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).
  • El plural de las siglas se infiere por el uso de las palabras que la acompañan, como determinantes, cuantificadores etc…: las ONG (las organizaciones no gubernamentales). 

domingo, 16 de noviembre de 2014

TEMA 3: EL TEXTO LITERARIO


  • Forman parte de la humanidad desde sus orígenes
  • Su función es transmitir belleza a través de la palabra. También tiene una función social y cultural porque es testimonio de una época. Refleja los ideales culturales, económicos y políticos del autor y su época.
  • Sirven también para entretener.
  • Hay textos literarios orales y escritos. Los orales están ligados a la cultura popular.
  • El texto literario puede ser poético o estar escrito en prosa. Su estética depende de cada autor.
  • En el verso (poesía) destacan la rima, el ritmo, los acentos, el número de sílabas…
  • La prosa se acerca más al habla habitual, aunque cada autor la dota de sus características personales.
  • El autor ofrece al lector una visión original y personal del mundo, usando un lenguaje más o menos evocador.
  • Las obras literarias se clasifican en: lírica, narrativa y dramática.


El texto lírico

  • El autor se hace protagonista de la obra y expresa lo que siente en relación a una situación, persona, lugar u objeto.
  • La forma más usual es el poema. Tienen estrofas y versos. Las estrofas varían según el número de versos y el tipo de rima (consonante o asonante).
  • Son habituales las figuras literarias o retóricas: metáfora, hipérbole…


Ejemplo:

A una nariz de Francisco de Quevedo

Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.


Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.


Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.


El texto narrativo

  • El autor crea una voz que cuenta una historia: el narrador.
  • Lo más común es el cuento, la novela, la leyenda, la fábula y el mito.
  • Estructura: introducción, nudo y desenlace. En la primera se introducen los personajes y el contexto. En el nudo se explican el desarrollo de los acontecimientos y en el desenlace, la solución a lo narrado.
  • Suele incluir descripciones y diálogos:
  • Descripción: presenta de forma detallada personas, objetos, lugares, etc… reales o ficticios. Son subjetivas (que expresan opinión) u objetivas (que no la expresan) dependiendo de la finalidad del texto y de la voluntad del autor.
  • Diálogo: recrea una conversación entre varios personajes. Ofrece información sobre ellos y la trama. Se introduce con un guión: -


Ejemplo:

La Biblioteca de Babel (cuento de Jorge Luis Borges

El universo (que otros llaman la Biblioteca) se componte de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito... La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante.

Como todos los hombres de la Biblioteca, he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de catálogos; ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací. Muerto, no faltarán manos piadosas que me tiren por la baranda; mi sepultura será el aire insondable; mi cuerpo se hundirá largamente y se corromperá y disolverá en el viento engendrado por la caída, que es infinita. Yo afirmo que la Biblioteca es interminable. Los idealistas arguyen que las salas hexagonales son una forma necesaria del espacio absoluto o, por lo menos, de nuestra intuición del espacio. Razonan que es inconcebible una sala triangular o pentagonal. (Los místicos pretenden que el éxtasis les revela una cámara circular con un gran libro circular de lomo continuo, que da toda la vuelta de las paredes; pero su testimonio es sospechoso; sus palabras, oscuras. Ese libro cíclico es Dios.) Básteme, por ahora, repetir el dictamen clásico: La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible.

A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro. También hay letras en el dorso de cada libro; esas letras no indican o prefiguran lo que dirán las páginas. Sé que esa inconexión, alguna vez, pareció misteriosa. Antes de resumir la solución (cuyo descubrimiento, a pesar de sus trágicas proyecciones, es quizá el hecho capital de la historia) quiero rememorar algunos axiomas.

El primero: La Biblioteca existe ab alterno. De esa verdad cuyo colorario inmediato es la eternidad futura del mundo, ninguna mente razonable puede dudar. El hombre, el imperfecto bibliotecario, puede ser obra del azar o de los demiurgos malévolos; el universo, con su elegante dotación de anaqueles, de tomos enigmáticos, de infatigables escaleras para el viajero y de letrinas para el bibliotecario sentado, sólo puede ser obra de un dios. Para percibir la distancia que hay entre lo divino y lo humano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mi falible mano garabatea en la tapa de un libro, con las letras orgánicas del interior: puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas.

El segundo: El número de símbolos ortográficos es veinticinco. Esa comprobación permitió, hace trescientos años, formular una teoría general de la Biblioteca y resolver satisfactoriamente el problema que ninguna conjetura había descifrado: la naturaleza informe y caótica de casi todos los libros. Uno, que mi padre vio en un hexágono del circuito quince noventa y cuatro, constaba de las letras MCV perversamente repetidas desde el renglón primero hasta el último. Otro (muy consultado en esta zona) es un mero laberinto de letras, pero la página penúltima dice «Oh tiempo tus pirámides». Ya se sabe: por una línea razonable o una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias. (Yo sé de una región cerril cuyos bibliotecarios repudian la supersticiosa y vana costumbre de buscar sentido en los libros y la equiparan a la de buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de la mano... Admiten que los inventores de la escritura imitaron los veinticinco símbolos naturales, pero sostienen que esa aplicación es casual y que los libros nada significan en sí. Ese dictamen, ya veremos no es del todo falaz.)

Durante mucho tiempo se creyó que esos libros impenetrables correspondían a lenguas pretéritas o remotas. Es verdad que los hombres más antiguos, los primeros bibliotecarios, usaban un lenguaje asaz diferente del que hablamos ahora; es verdad que unas millas a la derecha la lengua es dialectal y que noventa pisos más arriba, es incomprensible. Todo eso, lo repito, es verdad, pero cuatrocientas diez páginas de inalterables MCV no pueden corresponder a ningún idioma, por dialectal o rudimentario que sea. Algunos insinuaron que cada letra podía influir en la subsiguiente y que el valor de MCV en la tercera línea de la página 71 no era el que puede tener la misma serie en otra posición de otra página, pero esa vaga tesis no prosperó. Otros pensaron en criptografías; universalmente esa conjetura ha sido aceptada, aunque no en el sentido en que la formularon sus inventores.

Hace quinientos años, el jefe de un hexágono superior dio con un libro tan confuso como los otros, pero que tenía casi dos hojas de líneas homogéneas. Mostró su hallazgo a un descifrador ambulante, que le dijo que estaban redactadas en portugués; otros le dijeron que en yiddish. Antes de un siglo pudo establecerse el idioma: un dialecto samoyedo-lituano del guaraní, con inflexiones de árabe clásico. También se descifró el contenido: nociones de análisis combinatorio, ilustradas por ejemplos de variaciones con repetición ilimitada. Esos ejemplos permitieron que un bibliotecario de genio descubriera la ley fundamental de la Biblioteca. Este pensador observó que todos los libros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto. También alegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basilides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito.

Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza. En aquel tiempo se habló mucho de las Vindicaciones: libros de apología y de profecía, que para siempre vindicaban los actos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosos para su porvenir. Miles de codiciosos abandonaron el dulce hexágono natal y se lanzaron escaleras arriba, urgidos por el vano propósito de encontrar su Vindicación. Esos peregrinos disputaban en los corredores estrechos, proferían oscuras maldiciones, se estrangulaban en las escaleras divinas, arrojaban los libros engañosos al fondo de los túneles, morían despeñados por los hombres de regiones remotas. Otros se enloquecieron... Las Vindicaciones existen (yo he visto dos que se refieren a personas del porvenir, a personas acaso no imaginarias) pero los buscadores no recordaban que la posibilidad de que un hombre encuentre la suya, o alguna pérfida variación de la suya, es computable en cero.

También se esperó entonces la aclaración de los misterios básicos de la humanidad: el origen de la Biblioteca y del tiempo. Es verosímil que esos graves misterios puedan explicarse en palabras: si no basta el lenguaje de los filósofos, la multiforme Biblioteca habrá producido el idioma inaudito que se requiere y los vocabularios y gramáticas de ese idioma. Hace ya cuatro siglos que los hombres fatigan los hexágonos... Hay buscadores oficiales, inquisidores. Yo los he visto en el desempeño de su función: llegan siempre rendidos; hablan de una escalera sin peldaños que casi los mató; hablan de galerías y de escaleras con el bibliotecario; alguna vez, toman el libro más cercano y lo hojean, en busca de palabras infames. Visiblemente, nadie espera descubrir nada.

A la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable. Una secta blasfema sugirió que cesaran las buscas y que todos los hombres barajaran letras y símbolos, hasta construir, mediante un improbable don del azar, esos libros canónicos. Las autoridades se vieron obligadas a promulgar órdenes severas. La secta desapareció, pero en mi niñez he visto hombres viejos que largamente se ocultaban en las letrinas, con unos discos de metal en un cubilete prohibido, y débilmente remedaban el divino desorden.

Otros, inversamente, creyeron que lo primordial era eliminar las obras inútiles. Invadían los hexágonos, exhibían credenciales no siempre falsas, hojeaban con fastidio un volumen y condenaban anaqueles enteros: a su furor higiénico, ascético, se debe la insensata perdición de millones de libros. Su nombre es execrado, pero quienes deploran los «tesoros» que su frenesí destruyó, negligen dos hechos notorios. Uno: la Biblioteca es tan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal. Otro: cada ejemplar es único, irreemplazable, pero (como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares de miles de facsímiles imperfectos: de obras que no difieren sino por una letra o por una coma. Contra la opinión general, me atrevo a suponer que las consecuencias de las depredaciones cometidas por los Purificadores, han sido exageradas por el horror que esos fanáticos provocaron. Los urgía el delirio de conquistar los libros del Hexágono Carmesí: libros de formato menor que los naturales; omnipotentes, ilustrados y mágicos.

También sabemos de otra superstición de aquel tiempo: la del Hombre del Libro. En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios. En el lenguaje de esta zona persisten aún vestigios del culto de ese funcionario remoto. Muchos peregrinaron en busca de Él. Durante un siglo fatigaron en vano los más diversos rumbos. ¿Cómo localizar el venerado hexágono secreto que lo hospedaba? Alguien propuso un método regresivo: Para localizar el libro A, consultar previamente un libro B que indique el sitio de A; para localizar el libro B, consultar previamente un libro C, y así hasta lo infinito... En aventuras de ésas, he prodigado y consumido mis años. No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total; ruego a los dioses ignorados que un hombre - ¡uno solo, aunque sea, hace miles de años! - lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique.

Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción. Hablan (lo sé) de «la Biblioteca febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira». Esas palabras que no sólo denuncian el desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamente prueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia. En efecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto. Inútil observar que el mejor volumen de los muchos hexágonos que administro se titula «Trueno peinado», y otro «El calambre de yeso» y otro «Axaxaxas mlo». Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda son capaces de una justificación criptográfica o alegórica; esa justificación es verbal y, ex hypothesi, ya figura en la Biblioteca. No puedo combinar unos caracteres dhcmrlchtdj que la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido. Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios. Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil y palabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cinco anaqueles de uno de los incontables hexágonos, y también su refutación. (Un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admite la correcta definición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales, pero biblioteca es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y las siete palabras que la definen tienen otro valor. Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?).

La escritura metódica me distrae de la presente condición de los hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra. Las epidemias, las discordias heréticas, las peregrinaciones que inevitablemente degeneran en bandolerismo, han diezmado la población. Creo haber mencionado los suicidios, cada año más frecuentes. Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana - la única - está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.

Acabo de escribir infinita. No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar, lo cual es absurdo. Quienes la imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.


FIN



El texto dramático

  • El autor cuenta la historia a través del diálogo y la acción de los personajes. Son las obras de teatro, las películas…
  • Está pensado para ser representado de forma oral.
  • No hay voz narrativa ni descripciones extensas.
  • Se usan acotaciones para contextualizar el diálogo, en cursiva y entre paréntesis en la versión escrita.
  • Los textos dramáticos principales son: tragedia, comedia, drama, ópera y zarzuela.
  • Se dividen en escenas, actos y acotaciones.
  • Escena: centro de la acción dramática.
  • Acto: conjunto de escenas.
  • Reproduce un acto comunicativo real.


Ejemplo: La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca (fragmento)

Bernarda: (A la Criada)¡Silencio!
Criada: (Llorando) ¡Bernarda!
Bernarda: Menos gritos y más obras. Debías haber procurado que todo esto estuviera más limpio para recibir al duelo. Vete. No es éste tu lugar. (La Criada se va sollozando) Los pobres son como los animales. Parece como si estuvieran hechos de otras sustancias.
Mujer 1: Los pobres sienten también sus penas.
Bernarda: Pero las olvidan delante de un plato de garbanzos.
Muchacha 1:(Con timidez) Comer es necesario para vivir.
Bernarda: A tu edad no se habla delante de las personas mayores.
Mujer 1: Niña, cállate.
Bernarda: No he dejado que nadie me dé lecciones. Sentarse. (Se sientan. Pausa) (Fuerte) Magdalena, no llores. Si quieres llorar te metes debajo de la cama. ¿Me has oído?
Mujer 2:(A Bernarda) ¿Habéis empezado los trabajos en la era?
Bernarda: Ayer.
Mujer 3: Cae el sol como plomo.
Mujer 1: Hace años no he conocido calor igual.
(Pausa. Se abanican todas)
Bernarda: ¿Está hecha la limonada?
La Poncia: (Sale con una gran bandeja llena de jarritas blancas, que distribuye.)Sí, Bernarda.
Bernarda: Dale a los hombres.
La Poncia: Ya están tomando en el patio.
Bernarda: Que salgan por donde han entrado. No quiero que pasen por aquí.
Muchacha:(A Angustias) Pepe el Romano estaba con los hombres del duelo.
Angustias: Allí estaba.
Bernarda: Estaba su madre. Ella ha visto a su madre. A Pepe no lo ha visto ni ella ni yo.
Muchacha: Me pareció...
Bernarda: Quien sí estaba era el viudo de Darajalí. Muy cerca de tu tía. A ése lo vimos todas.
Mujer 2: (Aparte y en baja voz) ¡Mala, más que mala!
Mujer 3: (Aparte y en baja voz) ¡Lengua de cuchillo!
Bernarda: Las mujeres en la iglesia no deben mirar más hombre que al oficiante, y a ése porque tiene faldas. Volver la cabeza es buscar el calor de la pana.
Mujer 1: (En voz baja) ¡Vieja lagarta recocida!
La Poncia: (Entre dientes) ¡Sarmentosa por calentura de varón!
Bernarda: (Dando un golpe de bastón en el suelo) ¡Alabado sea Dios!
Todas: (Santiguándose) Sea por siempre bendito y alabado.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Literatura medieval II: JORGE MANRIQUE



Jorge Manrique

(Paredes de Navas, España, h. 1440 - Castillo de Garcimuñoz, Cuenca, id., 1479) Poeta castellano autor de las célebres Coplas a la muerte de su padre, máxima creación de la lírica cortesana del siglo XV y una de las mejores elegías de la literatura española.
Miembro de una familia de la nobleza de Castilla (era hijo de don Rodrigo Manrique, maestre de la orden de Santiago, y sobrino del poeta Gómez Manrique), Jorge Manrique compaginó su afición por las letras con la carrera de las armas, participando junto a su padre en las luchas que precedieron al ascenso de los Reyes Católicos. Ambos pertenecían a la orden de Santiago, y combatieron del lado de Isabel la Católica contra los partidarios de Juana la Beltraneja. Pereció a causa de las heridas recibidas durante al asalto al castillo de Garcimuñoz, en el feudo del marqués de Villena.
La poesía de Jorge Manrique se sitúa dentro de la corriente cancioneril del siglo XV. Su producción poética menor, reunida en un Cancionero, está formada por medio centenar de composiciones breves, en su mayor parte de tema amoroso, que siguieron los cánones trovadorescos y cortesanos de finales de la Edad Media. Más originales son sus piezas burlescas, como las "Coplas a una beoda" o la titulada "Convite que hizo a su madrastra".

Las Coplas a la muerte de su padre

Pero la celebridad de Jorge Manrique se debe fundamentalmente a las Coplas a la muerte de su padre, su obra maestra, compuesta a raíz del fallecimiento de don Rodrigo (1476) y publicada en 1494 en Sevilla con el título Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre, el Maestre don Rodrigo. Esta elegía pertenece a la tradición medieval de la ascética cristiana: contra la mundanidad de la vida, postula una aceptación serena de la muerte, que es tránsito a la vida eterna. Sin embargo, apunta ya una idea original que preludia la concepción renacentista del siglo siguiente: aparte de la vida terrenal y la vida eterna, Manrique alude a la vida de la fama, a la perduración en este mundo en virtud de una vida ejemplar que permanece en la memoria de los vivos.
Tras un primer bloque en el que medita sobre la brevedad de la vida, el paso del tiempo y la muerte, la atención del autor se centró en las figuras desaparecidas de su pasado inmediato, como Juan II, Enrique IV o Álvaro de Luna, para concluir con un repaso de las virtudes morales del maestre y su diálogo final con la Muerte. De este modo, la lírica castellana pasó del concepto abstracto de la muerte a su presencia histórica y a su dimensión particular, en un movimiento de flujo temporal que es uno de los grandes hallazgos del poeta. Las Coplas se apartaron de los tópicos macabros tan abundantes en la literatura moral de la época y consiguieron alcanzar una extraordinaria hondura emotiva.
También destacaron por evitar todo exceso erudito o retórico: el estilo posee una elegante sobriedad, fruto del empleo de los vocablos más sencillos y pertenecientes al habla patrimonial.


I

 Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
  contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
  tan callando;
  cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
  da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo passado
  fue mejor.
                 
   II

 Pues si vemos lo presente
cómo en un punto s'es ido
  e acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo non venido
  por passado.
  Non se engañe nadi, no,
pensando que ha de durar
  lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de passar
  por tal manera.

                   III

  Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
  qu'es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
  e consumir;
  allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
  e más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
  e los ricos.

            INVOCACIÓN

                    IV

  Dexo las invocaciones
de los famosos poetas
  y oradores;
non curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
  sus sabores.
  Aquél sólo m'encomiendo,
Aquél sólo invoco yo
  de verdad,
que en este mundo viviendo,
el mundo non conoció
  su deidad.

                    V

  Este mundo es el camino
para el otro, qu'es morada
  sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
  sin errar.
  Partimos cuando nascemos,
andamos mientra vivimos,
  e llegamos
al tiempo que feneçemos;
assí que cuando morimos,
  descansamos.

                   VI

  Este mundo bueno fue
si bien usásemos dél
  como debemos,
porque, segund nuestra fe,
es para ganar aquél
  que atendemos.
  Aun aquel fijo de Dios
para sobirnos al cielo
  descendió
a nescer acá entre nos,
y a vivir en este suelo
  do murió.

                    VII

  Si fuesse en nuestro poder
hazer la cara hermosa
  corporal,
como podemos hazer
el alma tan glorïosa
  angelical,
  ¡qué diligencia tan viva
toviéramos toda hora
  e tan presta,
en componer la cativa,
dexándonos la señora
  descompuesta!

                    VIII

  Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
  y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos
  las perdemos.
  Dellas deshaze la edad,
dellas casos desastrados
  que acaeçen,
dellas, por su calidad,
en los más altos estados
  desfallescen.
  
                  IX

  Dezidme: La hermosura,
la gentil frescura y tez
  de la cara,
la color e la blancura,
cuando viene la vejez,
  ¿cuál se para?
  Las mañas e ligereza
e la fuerça corporal
  de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega el arrabal
  de senectud.

                    X

  Pues la sangre de los godos,
y el linaje e la nobleza
  tan crescida,
¡por cuántas vías e modos
se pierde su grand alteza
  en esta vida!
  Unos, por poco valer,
por cuán baxos e abatidos
  que los tienen;
otros que, por non tener,
con oficios non debidos
  se mantienen.

                   XI

  Los estados e riqueza,
que nos dexen a deshora
  ¿quién lo duda?,
non les pidamos firmeza.
pues que son d'una señora;
  que se muda,
  que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
  presurosa,
la cual non puede ser una
ni estar estable ni queda
  en una cosa.

                    XII

  Pero digo c'acompañen
e lleguen fasta la fuessa
  con su dueño:
por esso non nos engañen,
pues se va la vida apriessa
  como sueño,
e los deleites d'acá
son, en que nos deleitamos,
  temporales,
e los tormentos d'allá,
que por ellos esperamos,
  eternales.

                    XIII
  
Los plazeres e dulçores
desta vida trabajada
  que tenemos,
non son sino corredores,
e la muerte, la çelada
  en que caemos.
  Non mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
  sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta
  no hay lugar.
  
                  XIV

  Esos reyes poderosos
que vemos por escripturas
  ya passadas
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
  trastornadas;
  assí, que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
  e perlados,
assí los trata la muerte
como a los pobres pastores
  de ganados.

                    XV

  Dexemos a los troyanos,
que sus males non los vimos,
  ni sus glorias;
dexemos a los romanos,
aunque oímos e leímos
  sus hestorias;
  non curemos de saber
lo d'aquel siglo passado
  qué fue d'ello;
vengamos a lo d'ayer,
que también es olvidado
  como aquello.

                    XVI

  ¿Qué se hizo el rey don Joan?
Los infantes d'Aragón
  ¿qué se hizieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué de tanta invinción
  como truxeron?
  ¿Fueron sino devaneos,
qué fueron sino verduras
  de las eras,
las justas e los torneos,
paramentos, bordaduras
  e çimeras?

                    XVII

  ¿Qué se hizieron las damas,
sus tocados e vestidos,
  sus olores?
¿Qué se hizieron las llamas
de los fuegos encendidos
  d'amadores?
  ¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
  que tañían?
¿Qué se hizo aquel dançar,
aquellas ropas chapadas
  que traían?

                    XVIII

  Pues el otro, su heredero
don Anrique, ¡qué poderes
  alcançaba!
¡Cuánd blando, cuánd halaguero
el mundo con sus plazeres
  se le daba!
  Mas verás cuánd enemigo,
cuánd contrario, cuánd cruel
  se le mostró;
habiéndole sido amigo,
¡cuánd poco duró con él
  lo que le dio!

                    XIX

  Las dávidas desmedidas,
los edeficios reales
  llenos d'oro,
las vaxillas tan fabridas
los enriques e reales
  del tesoro,
  los jaezes, los caballos
de sus gentes e atavíos
  tan sobrados
¿dónde iremos a buscallos?;
¿qué fueron sino rocíos
  de los prados?

                    XX

  Pues su hermano el innocente
qu'en su vida sucesor
  se llamó
¡qué corte tan excellente
tuvo, e cuánto grand señor
  le siguió!
  Mas, como fuesse mortal,
metióle la Muerte luego
  en su fragua.
¡Oh jüicio divinal!,
cuando más ardía el fuego,
  echaste agua.

                    XXI

  Pues aquel grand Condestable,
maestre que conoscimos
  tan privado,
non cumple que dél se hable,
mas sólo como lo vimos
  degollado.
  Sus infinitos tesoros,
sus villas e sus lugares,
  su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?,
¿qué fueron sino pesares
  al dexar?

                    XXII

  E los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
  como reyes,
c'a los grandes e medianos
truxieron tan sojuzgados
  a sus leyes;
  aquella prosperidad
qu'en tan alto fue subida
  y ensalzada,
¿qué fue sino claridad
que cuando más encendida
  fue amatada?

                    XXIII

  Tantos duques excelentes,
tantos marqueses e condes
  e varones
como vimos tan potentes,
dí, Muerte, ¿dó los escondes,
  e traspones?
  E las sus claras hazañas
que hizieron en las guerras
  y en las pazes,
cuando tú, cruda, t'ensañas,
con tu fuerça, las atierras
  e desfazes.

                    XXIV

  Las huestes inumerables,
los pendones, estandartes
  e banderas,
los castillos impugnables,
los muros e balüartes
  e barreras,
  la cava honda, chapada,
o cualquier otro reparo,
  ¿qué aprovecha?
Cuando tú vienes airada,
todo lo passas de claro
  con tu flecha.

                    XXV

  Aquel de buenos abrigo,
amado, por virtuoso,
  de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
  e tan valiente;
sus hechos grandes e claros
non cumple que los alabe,
  pues los vieron;
ni los quiero hazer caros,
pues qu'el mundo todo sabe
  cuáles fueron.

                    XXVI

  Amigo de sus amigos,
¡qué señor para criados
  e parientes!
¡Qué enemigo d'enemigos!
¡Qué maestro d'esforçados
  e valientes!
  ¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
  ¡Qué razón!
¡Qué benino a los sujetos!
¡A los bravos e dañosos,
  qué león!

                    XXVII

  En ventura, Octavïano;
Julio César en vencer
  e batallar;
en la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
  e trabajar;
  en la bondad, un Trajano;
Tito en liberalidad
  con alegría;
en su braço, Aureliano;
Marco Atilio en la verdad
  que prometía.

                    XXVIII

  Antoño Pío en clemencia;
Marco Aurelio en igualdad
  del semblante;
Adriano en la elocuencia;
Teodosio en humanidad
  e buen talante.
  Aurelio Alexandre fue
en desciplina e rigor
  de la guerra;
un Constantino en la fe,
Camilo en el grand amor
  de su tierra.

                    XXIX

  Non dexó grandes tesoros,
ni alcançó muchas riquezas
  ni vaxillas;
mas fizo guerra a los moros
ganando sus fortalezas
  e sus villas;
  y en las lides que venció,
cuántos moros e cavallos
  se perdieron;
y en este oficio ganó
las rentas e los vasallos
  que le dieron.

                    XXX

  Pues por su honra y estado,
en otros tiempos passados
  ¿cómo s'hubo?
Quedando desamparado,
con hermanos e criados
  se sostuvo.
  Después que fechos famosos
fizo en esta misma guerra
  que hazía,
fizo tratos tan honrosos
que le dieron aun más tierra
  que tenía.

                    XXXI

  Estas sus viejas hestorias
que con su braço pintó
  en joventud,
con otras nuevas victorias
agora las renovó
  en senectud.
  Por su gran habilidad,
por méritos e ancianía
  bien gastada,
alcançó la dignidad
de la grand Caballería
  dell Espada.

                    XXXII

  E sus villas e sus tierras,
ocupadas de tiranos
  las halló;
mas por çercos e por guerras
e por fuerça de sus manos
  las cobró.
  Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró
  fue servido,
dígalo el de Portogal,
y, en Castilla, quien siguió
  su partido.

                    XXXIII

  Después de puesta la vida
tantas vezes por su ley
  al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
  verdadero;
  después de tanta hazaña
a que non puede bastar
  cuenta cierta,
en la su villa d'Ocaña
vino la Muerte a llamar
  a su puerta,

                    XXXIV

  diziendo: "Buen caballero,
dexad el mundo engañoso
  e su halago;
vuestro corazón d'azero
muestre su esfuerço famoso
  en este trago;
  e pues de vida e salud
fezistes tan poca cuenta
  por la fama;
esfuércese la virtud
para sofrir esta afruenta
  que vos llama."

                    XXXV

  "Non se vos haga tan amarga
la batalla temerosa
  qu'esperáis,
pues otra vida más larga
de la fama glorïosa
  acá dexáis.
  Aunqu'esta vida d'honor
tampoco no es eternal
  ni verdadera;
mas, con todo, es muy mejor
que la otra temporal,
  peresçedera."

                    XXXVI

  "El vivir qu'es perdurable
non se gana con estados
  mundanales,
ni con vida delectable
donde moran los pecados
  infernales;
  mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
  e con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos e aflicciones
  contra moros."

                    XXXVII

  "E pues vos, claro varón,
tanta sangre derramastes
  de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganastes
  por las manos;
e con esta confiança
e con la fe tan entera
  que tenéis,
partid con buena esperança,
qu'estotra vida tercera
  ganaréis."
[Responde el Maestre:]

                    XXXVIII

  "Non tengamos tiempo ya
en esta vida mesquina
  por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
  para todo;
  e consiento en mi morir
con voluntad plazentera,
  clara e pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera,
  es locura."
[Del maestre a Jesús]
                 
   XXXIX

  "Tú que, por nuestra maldad,
tomaste forma servil
  e baxo nombre;
tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
  como es el hombre;
tú, que tan grandes tormentos
sofriste sin resistencia
  en tu persona,
non por mis merescimientos,
mas por tu sola clemencia
  me perdona".
    
    FIN
               

     XL
  Assí, con tal entender,
todos sentidos humanos
  conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos e hermanos
  e criados,
  dio el alma a quien gela dio
(el cual la ponga en el cielo
  en su gloria),
que aunque la vida perdió,
dexónos harto consuelo
  su memoria.